La CDMX y el Reino de Dios
La Ciudad de México es el centro político y económico del país. Su área metropolitana es la novena más poblada del mundo, y la más poblada de Norteamérica. La misma ocupa el octavo sitio de las ciudades más ricas del mundo al tener un PIB de 315.000 millones de dólares que se duplicará para el 2020, colocándola en el séptimo sitio sólo detrás de Tokio, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Londres y París. La zona metropolitana de la ciudad de México (ZMCM) estaba habitada en el 2005 por 19.331.365 personas, casi el 20 por ciento de la población total del país. De acuerdo con las proyecciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), para el 1 de julio del 2007 se estimaba una población de 8.193.899 habitantes para la ciudad, y de 19.704.125 habitantes para toda la Zona Metropolitana. El ingreso per cápita promedio de la CDMX ascendía en 2008 a 281,110 pesos mexicanos, lo cual equivalía en dólares nominales de septiembre de 2008 a 25,258 dólares -cifra similar a la de países como la República Checa o Corea del Sur (Este dato no contempla la disparidad abismal entre ricos y pobres que existe en la ciudad).
La CDMX ha sido una fuerza política liberal que influye a todo el país. En el 2006, fue la primera entidad federativa de México en reconocer legalmente las uniones entre personas del mismo sexo. Esto ocurrió así mediante la aprobación de la Ley de Sociedades de Convivencia el 9 de noviembre de ese año en la Asamblea Legislativa de la capital. En abril de 2007 también se convirtió en la primera entidad federativa en despenalizar el aborto antes de las 12 semanas de embarazo. Como dice Tim Keller: El rumbo que lleva la ciudad es el rumbo que tomará el país.
Las ciudades del mundo se convierten en centros de influencia porque hay una multitud de habitantes que comparten un área geográfica determinada en la cual se desarrolla una nueva cultura. Las ciudades son centros de poder cultural donde los valores de la sociedad se reflejan en el arte, la educación, la comunicación, la filosofía, el comercio, etc. Los grandes cambios de una civilización aparecen en la ciudad y de ahí se esparcen a otras regiones. La Ciudad de México refleja fielmente el concepto de ciudad que Meredith Kline presenta en el prólogo de su libro “El Reino“:
“La ciudad sirve como refugio de la vida salvaje a la humanidad exiliada del paraíso. La gracia común que la ciudad ofrece en un mundo caído es la posibilidad de unir esfuerzos y recursos, habilidades y talento no solamente para complementarse y aprovechar los recursos naturales sino para unirse, buscar protección y organizar a la comunidad para el cuidado de los más débiles que no tienen nada debido a la maldición de la tierra.”
Después de la Revolución de 1910 el crecimiento de la ciudad aumentó de manera exponencial debido a que muchas personas que vivían en la provincia llegaron a la ciudad en busca de lo que ha sido descrito aquí; la posibilidad de encontrar protección y ayuda mutua. Esto no quiere decir que en la ciudad se hizo justicia a los oprimidos pero si es verdad que la gente que se había quedado sin familia, sin casa y sin posibilidades para empezar una nueva vida, hallaron una nueva oportunidad aún en medio de la opresión y la pobreza. La ciudad debe ser alcanzada para Cristo si queremos ver un cambio en la sociedad no solo local sino también del país entero. Los cristianos debemos desarrollar una visión para ayudar a la transformación de las principales ciudades de México y buscar que Cristo establezca un orden más justo en la sociedad. En Isaías 1:15-17 Dios reclama a su pueblo su falta de interés por la justicia:
“15Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;
17 aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.”
Esta demanda no es solamente una petición de justicia social, sino que Dios nos llama a valorar la condición de nuestra fe y compromiso con Él por medio de evaluar la forma en la que trabajamos por el bien de los demás. No podemos pasar por alto las necesidades que nos rodean si queremos realmente servir a Dios y extender su reino en el mundo. La CDMX clama por justicia que solo el evangelio puede traer.