Ese regalo de gracia implica el regalo de un nuevo corazón. De nuevos deseos, anhelos, deseamos ver a Dios. Vemos nuestra necesidad de Él y le amamos. Lo buscamos y lo encontramos, y descubrimos que Él es en realidad, la gran recompensa de nuestra salvación.
Nos damos cuenta de que no solo somos salvos para que nuestros pecados sean perdonados ni para asegurarnos la eternidad en el cielo, sino para conocer a Dios. Esta es la única respuesta adecuada a la revelación de Dios en el evangelio.
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