Si el pecado no hubiera entrado en la vida humana, todos los hombres conocerían verdadera y adecuadamente a Dios por razón de esta revelación general. La entrada del pecado hizo necesario otra revelación, redentiva y restaurativa en carácter.
Esta revelación se enfoca en Jesucristo, Dios revelado en la carne, para la redención del hombre. Por la operación del Espíritu de Dios en la regeneración, el creyente se apropia esta revelación de Cristo y, a la vez, su redención. Llega a ser una nueva criatura. La centralidad de Cristo en la revelación, en la teología y en la vida cristiana. Sin Cristo, no existe el cristianismo, y sólo Cristo hace que la ética cristiana sea verdaderamente cristiana.
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