La propiciación presupone la ira y el desagrado de Dios, y su propósito es quitar ese desagrado.
La propiciación no transforma la ira de Dios en amor. La propiciación de la ira divina, efectuada en la obra expiatoria de Cristo, es la provisión del amor de Dios, por tanto por medio de la propiciación de su propia ira aquel amor puede alcanzar su propósito de una manera que concuerda con su santidad y con la gloria de los dictados de la misma, esta propiciación es el fruto del amor divino que la proveyó.
La justificación no significa hacer santo o recto, sino declarar que es justo cuando no lo es.
La regeneración es un acto de Dios en nosotros; la justificación es un juicio de Dios acerca de nosotros.
Por ejemplo el acto de un cirujano y de un juez. El cirujano, cuando extirpa un tumor, hace algo en
nosotros y el juez emite un veredicto respecto a nuestra situación judicial.
La justificación es un acto a la vez declarativo y constitutivo proveniente de la libre gracia de Dios.
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