El celo de Dios no es un compuesto de frustración, envidia, despecho como en el hombre, sino algo digno de alabanza. El celo de Dios exige que seamos celosos para con Dios. Amor hacia él, dedicarse en forma positiva y apasionada a su persona, su causa y su honor. El celo en lo religioso es un deseo ardiente de agradar a Dios, hacer su voluntad y proclamar su gloria en el mundo en todas sus formas posibles (lo pone el Espíritu Santo).
” Si Dios es por nosotros”, declara el compromiso de Dios según el pacto. Dios permanece fiel a su promesa y propósito. Dios se compromete a sostenernos y protegernos cuando los hombres y cosas nos amenazan, suplir nuestras necesidades y conducirnos hacia el pleno disfrute de si mismo, y cualquier obstáculo que se interponga entre nosotros y ese destino.