Por Leopoldo Cervantes-Ortiz                                                                                                                           dom, 02 ago 2015

Resumen.

Jorge Luis Borges escribió:

¡Qué idea excepcional, la de reunir textos de distintos autores y distintas épocas y atribuirlos a un autor único, el Espíritu! ¿No es maravilloso? Es decir, obras tan dispares como el Libro de Job, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, el Libro de los Reyes, los Evangelios y el Génesis: atribuirlos todos a un solo autor invisible. Los judíos tuvieron una magnífica idea. Es como si alguien pretendiera conjuntar en un solo tomo las obras de Emerson, Carlyle, Melville, Henry James, Chaucer y Shakespeare, y declarar que todo proviene del mismo autor.

Borges llevaba la Bibliaen la sangre” y prueba de ello son las alusiones y los prólogos a las traducciones de Job y delCantar de los Cantares, de Fray Luis de León. En otro momento resumió: “La Biblia, más que un libro, es una literatura.” Asomarse a su influencia permite verificar la manera en que estos textos sagrados han contribuido a modelar el pensamiento, las creencias y las mentalidades.

El crítico y religioso Nortthrop Frye afirmó: ´´ Para mí, la Biblia  es el corpus de palabras mediante el cual puedo ver el mundo como un cosmos, como un orden y en el que puedo ver la naturaleza humana como algo redimible, como algo con derecho a sobrevivir. Para la cultura occidental es el libro total, que lo abarca todo.´´

EL LIBRO UBICUO

Job es un magnífico ejemplo de los desdoblamientos culturales que la recorren de principio a fin y que han contribuido a moldear el gusto y la imaginación. Fray Luis, Cervantes y Quevedo experimentaron su influjo. El Rey Lear reaparecen los toques jobianos. Ya en la modernidad más cercana, Job dejó de ser el mártir sufrido  y paciente del Medievo y se prestó más atención al tema de la teodicea que al personaje.

Desde México, el filósofo transterrado Ramón Xirau también ha abrevado la experiencia de Job, y Octavio Paz se refirió a él en 1977 al recibir el Premio Jerusalén:

Los sufrimientos de Job pueden verse como una ilustración del poder de Dios y de la obediencia del justo. Ése es el punto de vista divinopero el de Job es otro; aunque está ´´vestido de llagas´´ -como dice, admirablemente, la versión castellana de Cipriano de Valera- persiste en sostener su inocencia. Cierto , se inclina ante la voluntad divina y admite su miseria; al mismo tiempo confiesa que encuentra incomprensible el castigo que padece. ´´Diré a Dios: no me condenes, hazme entender por qué pleiteas conmigo´´. (x, 2). El verdadero misterio no está en la omnipotencia divina sino en la libertad humana.

Sergio Pitol definió así la impronta bíblica:

El lenguaje bíblico es como la sedimentación de grandes literaturas. Yo me explico la gran literatura norteamericana del siglo XIX, ese surgimiento del nivel del suelo a los niveles más altos, debido a que, para los protestantes, la biblia era un libro de lectura diaria. Leo la traducción de Casiodoro de Reyna. Es un texto que la inquisición consideró como heterodoxo. Es la tradicional que comencé a leer y sigo leyendo: es en donde el lenguaje me parece prodigioso.

EL GRAN CÓDIGO

La escultura también ha sido un arte influido por la Biblia: el caso de Miguel Ángel es el más visible. Rembrandt y Chagall, sin duda, son dos de los mayores “traductores” del mensaje bíblico a la pintura. Parte de la obra de Chagall, dedicada a ciclos enteros de las Escrituras, es testimonio dinámico de su profunda lectura: La Biblia (1956), Dibujos para la Biblia (1960) y los grabados de los Salmos de David (1979). En la música, pueden mencionarse los grandes oratorios y cantatas de Bach, Handel, Palestrina, Haydn y Mendelssohn (su Elías, de 1846, es majestuoso). Los salmos musicalizados por Leonard Bernstein (1965) y otras obras de Sergio Cárdenas, desde México, son otros buenos ejemplos.

El texto griego de I de Corintios 13 (Canción por la unificación de Europa) en manos del polaco Zbigniew  Preisner , es sin duda una gran aportación a la obra sonora de Azul (1993), de su coterráneo Krzysztof Kieslowski. El cine también ha recogido un sinnumero de referencias bíblicas: Los diez mandamientos (1956), de Cecil B. DeMille, marcó toda una época. Sobre la pasión de Jesús la lista es enorme, pero los resultados son sumamente desiguales. Entre decenas de autores, destaca Pier Paolo Pasolini, gran intérprete del Evangelio de Mateo (1964).

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