Selección del libro Confesiones de San Agustín
IV,4. Pues ¿qué es entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino el Señor Dios? ¿Y qué Señor hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro Dios? Sumo, óptimo, poderosísimo, omnipotensísimo, misericordiosísimo y justísimo; secretísimo y presentísimo, hermosísimo y fortísimo, estable e incomprensible, inmutable, mudando todas las cosas; nunca nuevo y nunca viejo; renuevas todas las cosas y conduces a la vejez a los soberbios, y no lo saben; siempre obrando y siempre en reposo; siempre recogiendo y nunca necesitado; siempre sosteniendo, llenando y protegiendo; siempre creando, nutriendo y perfeccionando; siempre buscando y nunca falto de nada. Amas y no sientes pasión; tienes celos y estás seguro; te arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás tranquilo; cambias de acciones, pero no de plan; recibes lo que encuentras y nunca has perdido nada; nunca estás pobre y te gozas con las ganancias; no eres avaro y exiges intereses. Te ofrecemos de más para hacerte nuestro deudor; pero ¿quién es el que tiene algo que no sea tuyo? Pagas deudas sin deber nada a nadie y perdonando deudas, sin perder nada con ello? ¿Y qué es cuanto hemos dicho, Dios mío, vida mía, dulzura mía santa, o qué es lo que puede decir alguien cuando habla de ti? Al contrario, ¡ay de los que se callan acerca de ti!, porque no son más que mudos charlatanes.
V,5. ¿Quién me concederá descansar en ti? ¿Quién me concederá que, vengas a mi corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti, para que me mandes que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma miseria de no amarte? ¡Ay de mí! Dime, por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación». Que yo corra tras esta voz y te dé alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y para que lo vea.
San Agustín ha sido una gran influencia en la tradición Reformada. Su comprensión de la soberanía de Dios, la caída y el orden de la salvación revelada en la biblia ha sido fuente de inspiración para muchos creyentes, incluidos Lutero y Calvino. La esperanza de San Agustín en las buenas nuevas del evangelio lo hacen no solamente un buen teólogo sino un verdadero adorador. En esta selección de sus famosas confesiones vemos una vez más cómo una “buena” teología inevitablemente se expresa en un profundo sentido de adoración. Si nuestro estudio de la palabra de Dios no s lleva a encontrarnos con Jesús, inevitablemente desearemos adorar al autor de nuestra salvación.
Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos.23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
S. Juan 4:22-23
En este texto, el Señor Jesús le dice a la mujer samaritana que solamente el que conoce verdaderamente la salvación puede ser un verdadero adorador. Solo el que entiende la gravedad de su pecado puede deleitarse en una salvación tan grande como la que se nos ofrece en la cruz.
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